mirando atras

Aún recuerdo aquel día como si fuera hoy, subida aquella mesa redonda, llena de ilusiones como es normal en una niña de cinco años...
Aún recuerdo su apariencia fuerte, sus gestos duros y esa seguridad que no entiendo porque me transmitía...
Aun recuerdo como su mirada siempre me hacia sentir pequeña, muy pequeña…

Me dijiste que me tirara...y yo, confiada, sin preguntas, sin porqués, sin dudas…me lance al vacío de tus brazos. Cuando te apartaste y me dejaste caer, rompiste de un golpe toda la confianza que había depositado en ti, y cada una de las palabras que salieron de tus labios, me dejaron helada…”eso para que no confíes nunca en nadie, ni en tu propio padre”
He pasado mas de veinte años luchando con aquel recuerdo, empujándolo con todas mis fuerzas fuera de mi, porque me dolía cada poro de la piel cuando pensaba en ello y aún hoy me pregunto porque algunos adultos despedazan las ilusiones a los niños, con una mirada, con un gesto, con una palabra dañina. A lo largo de mi vida, he tenido que aprender a confiar en los demás, ignorando lo que interiormente mi corazón gritaba a voces, repitiéndome a mi misma que todas las personas no eran iguales, que tenia que aprender a confiar…empecé hacerlo poco a poco, primero restableciendo la confianza en mi misma, después mi confianza en los demás…me ha costado, pero lo he conseguido.

Hace unos años que tu y yo volvimos a encontrarnos, hacia 24 años que no te veía cara a cara, o por lo menos que yo recordara… aquel día, te pregunté porque hiciste aquello y tus palabras me sorprendieron más aún…”para protegerte” dijiste.

Muchas veces, nuestra forma de hacer las cosas tiene una motivación aparentemente buena, pero pueden sembrar algo dañino en lo que debía ser tierra fértil. Ese día, me pediste perdón por tus errores, no pusiste mil excusas, ni te escudaste en tu ignorancia, pediste perdón por las palabras duras, por la negligencia, por la ausencia…y te perdone.

Hoy tengo dos pequeños que cada día me miran con esos ojos de admiración, con los que yo te miraba a ti, y cada día pido a Dios que me enseñe a traer a sus vidas lo que ellos necesitan, a darles amor con palabras, con gestos, con hechos. Sé que no es una tarea fácil, que me equivoco a menudo, que soy imperfecta…pero llevo mucho cuidado en ello. He aprendido que todo en esta vida nos enseña algo, que no puedo andar de sobrada ni de listilla, porque siempre hay tres dedos que me señalan a mi cuando yo señalo con uno, he aprendido que un niño necesita afecto, palabras que lo reafirmen y le enseñen, limites y risas, ternura y constancia…pero sobre todo, he aprendido, que me queda mucho, mucho que aprender...pero hay que tener mucho coraje para seguir luchando cada dia, para afrontarlo con amor, con pasion, con honestidad... aunque la vida sea compleja.